Quiebres
Cálidos, reconfortantes. Así sentían todos los últimos rayos de sol esa tarde. Todos excepto la detective Luna Guerrero, quien sólo sentía el frío de la misión que tenía por delante. En el bolsillo de su abrigo estaba la evidencia que probaba que el sospechoso era realmente el culpable. El arma utilizada, aún con las huellas del asesino y la sangre de la víctima, todo estaba listo para condenar al asesino a una larga estadía en prisión.
Pero el alma de Luna era carcomida por la duda. Debía cumplir su deber de detective pero al mismo tiempo sabía que el asesino había perdido el control de su carácter por un segundo y había matado a la otra persona, luego de una discusión tonta.
Además el asesino era su amigo y principal proveedor de trabajo, el comisario Ángel Ademius.
Todo por un partido de futbol y un momento de estupidez.
Tonto, pensó Luna, realmente fue muy tonto de parte de Ángel aceptar ir a ver el partido de fútbol, sabiendo que podía encontrarse con Ricardo, un policía de otro departamento con el cual siempre competían para ver quién resolvía más casos. Pero fue más tonto aún que llevara su nuevo cortaplumas, ¿Qué necesidad tiene Ángel de exhibir cada cosa nueva que se compra, desde una birome a un cd de música? No lo entiendo, la verdad. ¿Será vanidad mal curada?
Los hechos ocurrieron de forma veloz e irreversible: una reunión en un bar, una jugada dudosa que desata un discusión y un destello de acero y muerte. Luego una llamada a la oficina de la detective Luna Guerrero y la inspección de la escena del crimen, y mientras ella encontraba el cortaplumas, con las huellas de Ángel en el mango y la sangre de Ricardo en la hoja, el aturdido comisario Ángel era llevado esposado a su propia seccional. Sólo faltaba una prueba física para encerrarlo, aunque había suficientes testigos para no esperar la aparición de esa prueba. En la confusión, el cortaplumas había sido pisado y pateado hasta ocultarse bajo un mostrador, pero los agudos y entrenado ojos de la detective detectaron el minúsculo rastro de sangre que estaba en el suelo y logró hallar la prueba definitiva.
Ahora, con el cortaplumas en una bolsita en su bolsillo, Luna se sentía tironeada por dos cadenas distintas: por un lado su firme amistad con Ángel Ademius, basada no sólo en el trabajo conjunto de resolver misterios sino en el cariño que les había hecho arriesgar la vida más de una vez para salvar al otro; por el otro lado tenía su compromiso con la justicia, su promesa no escrita pero marcada a fuego en su corazón de ayudar a que la ciudad fuera un lugar más seguro.
El corazón de Luna se partió en dos, pero decidió quedarse con el más pesado. Clavó su vista en el horizonte, tan oscurecido por el anochecer como el espíritu de Luna, quien se abrazó a sí misma con fuerza, se secó dos lágrimas y emprendió la caminata hacia la comisaría.
FIN
Comentarios
Besosssssss
Gracias por pasarte por acá.
Saludos :)
Muy chulo.
Besos.
Saludos :)