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Mostrando entradas de diciembre, 2010

Felicidades a todos!!!

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Muchas felicidades en estas fiestas para todos mis amigos, quizá no los conozca personalmente pero ya son parte de mi vida. Para todos ustedes mis relatos y mis mejores deseos para estás fiestas de Navidad y Fin de año. Un gran abrazo desde mi corazón al tuyo. Besos :)

Corazón de fuego

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El muchacho caminaba velozmente hacia la esquina, con la intención de cruzar la calle mientras el semáforo estaba en rojo. Casi llegaba, un paso, dos más y listo. Pero a mitad del segundo paso alcanzó a notar que algo iba hacia él. Sintió un golpe y se encontró despatarrado en el piso, con el sonido una voz masculina que le pedía disculpas. El hombre que había tropezado con él le tendió, a modo de disculpa un pequeño pergamino. El joven lo tomo sin pensarlo y ya estaba por preguntarle al hombre qué significaba eso, cuando se dio cuenta de que el hombre ya se alejaba con paso ligero. El muchacho, llamado  Gabriel, observó el pergamino.  Contenía sólo una frase: “La sabiduría es una luz que se intensifica sólo cuando el portador la necesita.” Gabriel se quedó observando el papel unos instantes y luego se los guardó en el bolsillo. Continuó  caminando hacia su casa cuando escuchó a dos mujeres que discutían. -No sé de dónde sacaste vos que él te quiere y sin embargo nunca dijo nada que

Canto

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Ese canto misterioso, que por momento parecía una tos melodiosa,  atrajo tanto al cazador que olvidó que perseguía un coatí para venderlo a un zoológico. La música parecía resonar sólo para él y la dulce voz lo guió hasta un claro, un mini espacio, cubierto de pequeñas florcitas blancas, junto al río Paraná. En ese ambiente selvático, que creía conocer como nadie, ese claro era un hermoso misterio, pues nunca lo había visto. Mucho menos había visto a la extraña mujer que allí estaba. Sus ojos eran marrones como dos trozos de cristal de roca, enmarcados por una antorcha incandescente y enérgica. Al ver al cazador se puso de pie y lo miró, lo miró, casi sin parpadear. No había miedo ni sorpresa en su semblante, sólo una contagiosa sensación de tranquilidad. El cazador bajó el winchester y se quitó el sombrero. La misteriosa mujer continuó observándolo en silencio. -Ejem, el cazador se aclaró la garganta, perdón, ¿usted estaba cantando? Escuché música… o eso creo, capaz que el calor me