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Mostrando entradas de 2013

Una cuestión de percepción.

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Apenas un rayo de luz se filtraba por la ventana, tocando  con su brillo creciente el rostro dormido de Lucy. Sin abrir los ojos ella hizo un gesto de fastidio. Al instante sonrió. Cada mañana ocurría lo  mismo, pues por pura voluntad había decidido dejar la ventana entreabierta para que el primer rayo de sol que entrara en la habitación le acariciara la cara. Era su sistema de despertador. Cuando ya no pudo disimular el fastidio que le producía la luz se levantó y se preparó para un nuevo día. Luego del desayuno tomó su equipo de trabajo, se calzó el traje y salió. Luego de media hora de caminata por un bosque de arrayanes, oyó que alguien gritaba pidiendo ayuda. Se acercó y observó que una señora estaba recostada contra un árbol, temblando mientras no quitaba la vista de un hombre que estaba revisando el bolso que acababa de arrebatarle. Lucy parpadeó con interés, llevó su mano a la espalda, empuñó y sacó de un estuche cilíndrico y largo una Nodachi, la tradicional espada j

Fiebre

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Marcos estaba semidormido, la cabeza apoyada en un brazo y a su lado un vaso que había sido llenado más veces de las que podía contarse. Estiró la mano izquierda temblorosamente y sus dedos rozaron el vaso, haciéndolo caer junto con su contenido. Un golpe furioso y la botella se estrelló contra el suelo, e inmediatamente el cuerpo tembloroso de Marcos la siguió. Apenas sintió cuando su rostro golpeó contra el frío de las baldosas monocromáticas. Tampoco se dio cuenta de que lo levantaban y lo arrojaban a la vereda. El fresco de la mañana lo despejó lo necesario para que se incorporara inseguro y comenzara a caminar, tratando de avanzar y al mismo tiempo sin voluntad de hacerlo. Tres cuadras le faltaban a Marcos para llegar a su casa cuando su cuerpo colapsó y se desplomó. Su mente se extravió y las imágenes de ese día desfilaron sucesivamente: Se arreglaba frente al espejo, caminaba hacia el restaurante, ofrecía su mejor perfil al entrevistador de la empresa que lo había ci

Pasado y Futuro.

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La ciudad sin tu  mirada es gris, vacía, ausente, como mis sentimientos. Ahora pienso que no son mis sentimientos los ausentes sino uno de ellos, el amor. Se ha ido y no planea regresar… al menos aquél que te pertenecía. Se fue contigo y te aseguraste de no devolverlo jamás. Fue muy sencillo para ti, simplemente un día dijiste “Lo mejor es dejar de vernos, ya no sentimos nada entre nosotros. Necesito un tiempo para mí, una temporada a solas. Tal vez te llame cuando regrese, no lo sé depende cómo me sienta. Adiós.” Una sola frase y todo se derrumbó, demoliste mis esperanzas y sueños con esas palabras. Yo supe que no volverías. ¿Cómo? Muy simple: dijiste “Adiós” no “Hasta luego.” Y lo peor era que yo sabía que no te ibas porque necesitaras soledad sino porque tenías alguien más con quien querías compartirla. Sí, sí, yo lo sabía. ¿Porqué nunca te dije nada? Confié en que me lo dirías, que serías honesto y suficientemente hombre como admitir que no era que no sintieras nada por

El Rescate (III-Final)

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No se detuvo hasta las dos de la tarde. No tenía idea de cómo había llegado a esa pequeña localidad, lo único que notó era que estaba al costado de la ruta, detenido frente al restaurante de paso. Decidió entrar a almorzar, no por hambre sino porque necesitaba pensar. Mientras esperaba su almuerzo, Marcos repasaba lo ocurrido. Luego de salir de la casa de la mujer decidió llamar a la empresa de limpieza de ese barrio y confirmó su temor: la basura de los contenedores se recogía dos veces a la semana y cada partida se incineraba apenas llegaba al depósito. Todo se había perdido… los relatos, las reflexiones, cada uno esos trozos del alma de Marcos ya no existían, devorados por el fuego del error. No se dio cuenta de que le habían traído el almuerzo. Su vista estaba perdida, igual que su mente. De pronto una hoja de papel lo golpeó en la oreja derecha. Parpadeó y se inclinó a levantarla. La miró y volvió a dejarla caer con un grito ahogado. Nuevamente la levantó al mismo tie

El rescate (II)

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Marcos estaba recostado en el Chevey esperando que el encargado llenara el tanque, mientras releía la dirección que le diera la telefonista del sector de equipajes del aeropuerto. Allí debía estar, sin duda, el tesoro más preciado de Marcos, aquel que  se extravió cuando su valija fue confundida con la de otro pasajero. Marcos decidido a recuperar su maleta y, más importante, los cuadernos de reflexiones y cuentos que estaban en ella, esos trazos de su alma plasmados en papel que él clamaba por recobrar. De esa forma tan repentina había iniciado el viaje de Marcos. Al anochecer del segundo día de marcha ya había leído tanto el nombre y la dirección que le dieron que sentía como si conociera a la persona que iba a ver por primera vez al día siguiente. No obstante no dejó de preguntarse cómo sería ella, la mujer cuya valija le entregaran erróneamente. Mientras se acomodaba para dormir empezó a imaginar el encuentro del día siguiente. Se veía estacionando el Chevey frente a una