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El Rescate (I)

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Capítulo 1 El viaje, como casi todo en la vida, inició con a partir de una decisión, que a su vez surgió de una necesidad: recuperar su tesoro más preciado, aquel que viajaba en esa maleta se extravió en el aeropuerto. Todo había comenzado con una llamada de su madre. -Marquito, le dijo ella con dulzura, ¿sabés que día es pasado mañana? -Sí, mamá, es tu cumpleaños (¿cómo olvidarlo si me lo estuviste recordando todos los días desde que empezó el mes?, pensó Marcos) -Vas a venir, ¿no? Voy a preparar la torta con dulce de leche que tanto te gusta, y ni te imaginás lo que te compré. -Mamá, se supone que yo debería comparte algo a vos y hacerte una torta. -No importa, respondió ella con entusiasmo, decimos que todo lo hiciste vos y listo. Bueno, te espero mañana a la noche para la cena. -Esta bien, nos vemos mañana. Saludos a papá. Beso. -Un beso para vos también, Marquito. Cuidate mucho -Ustedes también. Chau.

Pensamientos

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Acaso fuera obra de la casualidad,  quizá del destino, lo cierto era que Juan se hallaba en un lugar extraño. Parecían las ruinas de una enorme y moderna ciudad, cuyos destruidos edificios debieron ser mucho más enormes de lo que Juan recordaba. Porque a pesar de la desolación logró reconocerla. Era su propia ciudad, la misma en que vivía, al menos hasta llegar a esas ruinas. No sabía cómo había llegado, pero comenzó a sentir que lo observaban al mismo tiempo que un escalofrío le traspasó el cuerpo. Se dio vuelta de repente y quedó aterrado. Estaba contemplándose a sí mismo, pero al mismo tiempo veía a alguien completamente diferente: su ropa era la misma pero Juan vestía de blanco y su clon de negro, lo que le confería un aspecto siniestro, aunque nada de su atuendo era más intenso, oscuro e impresionante que su mirada. Juan jamás imaginó que sus ojos pudieran transmitir tanta crueldad y desprecio. Le fue imposible recordar alguna ocasión en que su mirada fuese tan violenta,

Ensueño de luna

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Ella caminaba lentamente por el sendero otoñal. Las hojas caían silenciosamente y algunas, las más rebeldes, detenían su vuelo al enredarse en el cabello de la joven. Su marcha era lenta pero compleja, debido principalmente a lo cambiante del paisaje. El camino había iniciado de forma extraña. Lo único que ella supo fue que se encontraba frente a un sendero de piedritas blancas. A sus espaldas sólo había una gruesa pared, tan alta que quitaba todo deseo de escalarla, y tan extensa que no se veían sus extremos. La joven sabía exactamente lo que significaba esa muralla: su yo anterior, la persona que era antes de encontrar su camino definitivo. La niña inocente, sobreprotegida, que desconocía la maldad del mundo, que nunca se hubiera atrevido a nada peligroso, esa niña se hallaba ahora tras esa pared y no había forma alguna de volver a hacer contacto con ella. Sin embargo la joven no tenía intención de retroceder a su estado anterior. El detonante fue un robo a mano armada q

El sueño del ángel (2da Parte)

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Alex reconoció de inmediato al ángel. Tenía el mismo rostro asustado y sufriente, sólo que esta vez no estaba atrapado entre espinas sino sentado en un banco de plaza. Su expresión era de una tristeza insondable. Alex supo que era “su” ángel pero al principio no supo si acercarse o no. Se balanceó en el lugar unos momentos y luego quedó mirando al ángel. Finalmente obedeció a un impulso y se sentó en el banco, a menos de un metro del ser que llevaba seis meses buscando. Se aclaró la garganta y eso hizo que el rostro triste se vuelva hacia él. -¿Estás bien?-preguntó Alex. El ángel lo miró y luego volvió a fijar su vista al frente. Luego habló con voz tomada. -No importa, igualmente no puede ayudarme. Mi problema no tiene solución. -¿En serio? ¿Qué tipo de problema es?