Pasado y Futuro.
La ciudad sin tu
mirada es gris, vacía, ausente, como mis sentimientos. Ahora pienso que
no son mis sentimientos los ausentes sino uno de ellos, el amor. Se ha ido y no
planea regresar… al menos aquél que te pertenecía. Se fue contigo y te
aseguraste de no devolverlo jamás. Fue muy sencillo para ti, simplemente un día
dijiste “Lo mejor es dejar de vernos, ya no sentimos nada entre nosotros.
Necesito un tiempo para mí, una temporada a solas. Tal vez te llame cuando
regrese, no lo sé depende cómo me sienta. Adiós.”
Una sola frase y todo se derrumbó, demoliste mis
esperanzas y sueños con esas palabras. Yo supe que no volverías. ¿Cómo? Muy
simple: dijiste “Adiós” no “Hasta luego.” Y lo peor era que yo sabía que no te
ibas porque necesitaras soledad sino porque tenías alguien más con quien
querías compartirla. Sí, sí, yo lo sabía. ¿Porqué nunca te dije nada? Confié en
que me lo dirías, que serías honesto y suficientemente hombre como admitir que
no era que no sintieras nada por mí sino que sentías demasiado por otra mujer.
Pero fue una estupidez confiar en que harías eso. Simplemente lanzaste la frase
que apuñaló mi alma y te marchaste sin más.
Durante días enteros estuve con la mirada y el
rumbo completamente perdidos. Aún ahora no sé cómo logré seguir. Hubiera
terminado sólo Dios sabe donde si no fuera por un extraño sueño que tuve. Una
voz me decía que no llorara por lo que ya no era sino que agradeciera que
terminara antes de causar un daño mayor, y que siempre tuviera esperanza en lo
que vendría después. Una sonrisa luminosa y desperté, sintiéndome mucho mejor
que al dormirme. Esa misma mañana fui a un bar a tomar un capuccino y en un
momento dado el salón estaba lleno, tanto que un hombre entró y al no encontrar
mesa me preguntó amablemente si me importaba compartir la mía. Abstraída como
estaba en mis propios pensamientos y cicatrices abrí los labios para decirle
que no le permitía sentarse, pero entonces, mi memoria reaccionó. Era la misma
voz de mi sueño y al levantar la vista me deslumbró su luminosísima sonrisa. Mi
respuesta fue afirmativa y mi sonrisa algo torpe, pero eso no me importó. Sentí
que renacía, que la vida me mostraba un nuevo camino.
Volví a sonreír y comenzamos a charla como si nos
conociéramos desde siempre. Mientras tanto, mi capuccino y su café expreso se
enfriaban sin que nadie lo advirtiera al tiempo que su vapor se arremolinaba en
perezosos espirales de plata.
FIN

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