Influencias (parte II)



-3-
Al llegar al edificio, vi a Alex recostado en la puerta de entrada. Feliz como estaba pensando que todo iba a arreglarse, me acerqué y traté de darle un abrazo a modo de saludo, pero lo esquivó sin dudar. Fue la primer señal de que algo andaba mal y que el problema sería difícil de solucionar. Al menos eso pensé yo. Alex me hizo señas para que lo siguiera al interior del edificio y fuimos hasta la sala principal, nuestro lugar secreto de reuniones.
Luego Alex se volvió y me miró con frialdad.
-He decidido ayudar a eliminar a todos aquellos que impiden la salvación del mundo.
No puede ser, está hablando como uno de ellos”, pensé. Decidí esperar a que terminara.
-Yo soy de los que quieren y pueden salvar a la humanidad… pero vos no. Vos sos una persona totalmente incrédula de mis ideales, de mi capacidad para ayudar a la humanidad, sos un ser egoísta que solo trata de alejarme de mi verdadero propósito y poder. Lo único que sabés es criticar aquello que no entendés y nadie necesita a alguien como vos. Nadie.
La expresión de furia en su rostro me dio escalofríos. Y supe que nada iba a ser como yo pensaba, no iba a haber ningún arreglo. Decidí intentar apelar a nuestra amistad.
-No entiendo lo que estás diciendo. ¿Seguro que estás bien? Sos mi mejor amigo, te conozco y sé que no estás siendo vos mismo. Creo que deberías olvidarte momentáneamente del mundo y…
-¡NO!. rugió él de repente, ¡No voy a olvidarme del mundo, no soy como vos! No pienso ser tan egoísta y cerrado mentalmente como vos. Yo voy a ser mejor, voy a contribuir a limpiar este mundo de aquellos que no sirven para hacer avanzar a la humanidad… y la primera que va a ser destruida… vas a ser vos.
Antes de poder terminar de entender lo que estaba escuchando sentí una presión en el estómago. Bajé la mirada y vi un revólver fundiéndose con mi ropa.
Y sentí que el mundo se derrumbaba estrepitosamente a mi alrededor.


-4-
Reaccioné por reflejo y le dí un golpe en el estómago. Sin duda la sorpresa surtió más efecto que el golpe y retrocedió. Salí corriendo  y un momento después escuché los disparos. Uno golpeó en un árbol apenas pasé a su lado, pero el segundo me dio de lleno en el antebrazo derecho. Aturdida y dolorida, alcancé a vislumbrar una puerta abierta y entré sin dudarlo. Me había metido en un gran centro comercial, un shopping de tres pisos. No estaba segura de que él aún me siguiera, pero me las arreglé para perderme en la multitud y llegar hasta el baño. Me pareció ver a Alex por un minuto, pero luego la gran cantidad de gente nos ocultó el uno del otro. Mientras estaba en el baño, completamente anonadada por lo que acababa de ocurrir, me las arreglé para improvisar una venda con un pañuelo de seda que llevaba al cuello. Esperé un tiempo prudencial antes de salir del baño y otro rato aún más largo antes de salir del shopping. Miré hacia ambos lados de la calle y a todos los rincones posibles antes de aventurarme a caminar. Pero el miedo y el dolor en el brazo me estaban causando mareos, así que decidí tomar un taxi para ir al hospital público más cercano.
Afortunadamente en el hospital creyeron de inmediato mi historia de haber sido víctima de un asalto a mano armada. Me realizaron las curaciones correspondientes y luego de llenar varios formularios me fui a mi departamento, con el ligero temor de que Alex estuviera allí esperándome.
Mis temores no se hicieron realidad y luego de darme una ducha, con infinitas precauciones por mi brazo herido, me preparé un capuccino y me senté en el sillón del living, completamente exhausta. Necesitaba dormir, pensar y decidir, todo junto y lo más pronto posible.
No terminaba de creer lo que había ocurrido con Alex. Todo, desde el momento en que decidiera asistir a esas reuniones hasta lo sucedido esa tarde, todo pasó por mi mente en un desfile de imágenes terribles y dolorosas. ¿Cómo era posible que todo hubiera terminado así? Aunque en realidad estaba segura de que no había terminado. No iba a terminar hasta que algo irreversible ocurriera. Y no se me ocurría nada tan irreversible como la muerte… pero no sabía la de quien, de Alex o mía. Me estremecí ante las imágenes de cualquiera de ambos muerto. Estaba por caer en más pensamientos nefastos cuando  sacudí cabeza con firmeza, sin dejar que se surgieran más imágenes terribles y morbosas. Decidí que la única forma de terminar con todo era encontrar a Alex y enfrentarlo sin dudas ni temores.
Una ilusión tonta me mantenía viva la esperanza de que aún quedaba algo del Alex que yo conocía, mi mejor amigo, la persona a la que le confiaba hasta mi vida. Y me di cuenta de que al momento mismo de encontrarlo no iba a hacer otra más que poner mi vida en sus manos, porque sabía, aunque no pudiera aceptarlo, que él iba a seguir con la idea de matarme y con el revólver en su poder. Era una completa locura ir a buscarlo, pero no podía rendirme y dejarlo solo, porque no tenía dudas de que tarde o temprano, ese grupo que lo había adoctrinado en el odio ciego acabaría llevándolo a la muerte, directamente o por medio de otras personas o sucesos.

No había elección. Tenía que encontrar a Alex y ayudarlo a encontrarse a sí mismo, tenía que lograrlo o morir en el intento. Literalmente.

Continuará...

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