Eventos





El cristal de mi ventana estaba inundado de hielo  y otorgaba un paisaje difuminado en verdes, maderas y grises. Un nuevo amanecer, frío pero sedante, como cada uno en esta pequeña ciudad.  Permanecí un largo rato mirando el nuevo día, luego me levanté y coloqué la pava en el fuego. Regresé junto a la ventana para ver mi parte favorita. El cristal comenzaba a perder el efecto de esfumado pero a medida que se desempañaba lentamente  se veía  invadido  por pequeñas motas doradas que daban sensación de fulgor y renovación. Era un espectáculo cotidiano que me absorbía completamente, haciéndome olvidar del mundo.  Sin embargo nunca quise fotografiarlo, sentía que aún la mejor cámara del mundo no lograría transmitir todo lo que podía sentirse al verlo.  Tampoco nunca acerté a saber a ciencia cierta porqué me gustaba tanto ese misterio del cristal cambiante.

Luego de preparar mi desayuno me acomodé en mi mesa de trabajo y ordené los papeles con nombres y direcciones de los contactos que debía conectar ese día, pues tenía la organización de un evento a mi cargo. Se trataba de la presentación de un libro cuyo autor combinaba fotografías con párrafos inspirados en ellas. 

Yo había recibido una copia, en agradecimiento por organizar la exposición y promoción del libro. Realmente admiraba no sólo las hermosas y originales imágenes sino también la facilidad con que se transmitía el sentir del hombre en cada palabra. Hasta la descripción de una solitaria paloma era sublime, tanto que mientras la leía sentía el calor del emplumado cuerpo de la palomita.

Volviendo a la organización de la presentación, si bien no era un evento que requiriese mucho trabajo, era fundamental poseer un excelente equipo de sonidistas y un proyector para mostrar imágenes del autor y el libro, que irían acompañadas con un breve discurso, que sería, según dijo el autor mismo, improvisado en el momento, lo cual me pareció bien, ya que le daba una nota cálida al evento sin dejar de cumplir con las formalidades correspondientes.

Cuando llegó la hora, todo se desarrolló normalmente. Los invitados se acomodaron en las mesas, degustaron bocaditos dulces acompañados de un café con leche, ideal para esa fría tarde de otoño, que aquí en el sur argentino son especialmente frías. A medida que el autor se preparaba para hablar se hizo un respetuoso silencio. El hombre comenzó a hablar, su voz era suave pero firme, serena pero atrapante.




-Muy buenas tardes, comenzó, es un gran placer para mí contar la presencia de todos ustedes en esta presentación de mi primer libro de relatos, (aplausos)  que les advierto y aseguro que no será el último, pues aún tengo mucha tinta y papel y muchos relatos en mi alocada cabeza (risas). Muchos están aquí  porque me conocen, a mí y mis escritos, muchos otros están porque pasaban y sintieron curiosidad de ver que ocurría aquí, incluso hay quienes están únicamente para disfrutar de un café con dulces (y creo que yo soy uno de ellos) (risas). Sin embargo hay algo que quiero compartir con todos ustedes, sea cual sea el motivo, ánimo o destino que los trajo a este cálido salón en esta tarde helada, y es una frase, conocida tal vez por ustedes, pero más vigente y real que nunca: Para ser escritor no es necesario tener un libro publicado, ni un premio, ni si quiera una mención especial, simplemente basta con haber volcado alguna vez en un papel aquellas palabras que salen del corazón. No se trata de grandes frases, adornadas con lenguaje que yo llamo edulcorado, no, nada de eso. Se trata de una forma de liberación. ¡Si las personas supieran lo bien que se siente uno al escribir aquello que siente, que lo angustia o que lo hace feliz, la paz que se siente al terminar de escribir! A veces basta con escribir “Estoy de muy mal humor” con letras bien grandes, con la pluma cortando el papel de pura fuerza, refunfuñando al terminar. Les aseguro que basta sólo eso para sentirse inmediatamente liviano y pacífico. Ése es el poder de la palabra que pasa directamente del alma al papel. Pero me estoy extendiendo mucho, simplemente quiero repetir, para dejar bien claro mi idea principal: Un escritor es aquel que alguna vez volcó su alma al papel y se sintió aliviado,  feliz, o simplemente supo que tenía y quería hacerlo aunque sin saber explicarse el porqué. Y les aseguro que cualquiera puede ser escritor, de hecho tengo alguien aquí que nunca jamás se pensó como posible escritora pero  antes de decir quién es, permítanme leerles algo que escrito por esa persona.

No pude menos que sorprenderme por esa inesperada movida, pero me mantuve al margen, hasta que vi que el autor me llamaba. Me incliné cortésmente hacia él, con una expresión de ligera extrañeza pero sonriente. Me pidió el manuscrito que había escrito esa misma mañana, inspirado en el cristal de mi ventana. Sorprendida, lo saqué con prontitud pero sintiendo que, de alguna forma, entregaba un trocito muy querido y secreto  de mi alma. Inmediatamente comenzó a leerlo. ¡Dios mío eso sí no lo esperaba! Ni en mis visiones más locas imaginé algo así, tan fuera del aspecto formal como también tan… arriesgado y, porque no admitirlo, bochornoso. Solamente mi aprendizaje en el área de ceremonial y protocolo  me ayudó a lograr que la sorpresa no pasara de mi mente a mi rostro.  Cuando él acabó de leer me dirigió una sonrisa y una mirada intensa y a la vez tierna. Luego se dirigió a los presentes.

-Las palabras que acabo de compartir con ustedes le pertenecen a la señorita Valentina, quien se ocupó de organizar este hermoso evento. Sé que ella estará más que sorprendida y algo avergonzada, pero también sé que ella, que en apariencia nada tiene que ver con el mundo de las palabras porque es organizadora de eventos, ella es una gran escritora porque ha escrito poco pero desde lo más profundo de su alma. Ella es la prueba fehaciente de que todos, aún los más “serios” por así decir, tienen un poco de tinta en su sangre. Ahora, ¡Un aplauso para terminar este maravilloso encuentro!

Un súbito estallido de alegría inunda el salón y los corazones de todos los que allí estábamos.


Yo aún llevo en mi alma las palabras de ese escritor, al que ahora llamo colega, porque, sin saber muy bien, sentí que quería seguir escribiendo y lo hice. Mucha tinta y mucho papel han transcurrido desde entonces. Las imágenes de aquel día me vienen a la memoria cada vez que me despierto y me acerco a ver al artífice desencadenante de todo esto, a quien, de una forma u otra hizo un gran y agradecido cambio.

Cada mañana me acerco y miro el presente, el pasado y el futuro… en el cristal de mi ventana.

FIN




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Comentarios

Akua ha dicho que…
Hermoso...
El cristal de una ventana puede tener muchos matices.

Besos.

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