Influencias (Parte III)






-5-

Una llamada me bastó para encontrarlo. Respondió al momento. Su voz sonó algo sorprendida al comienzo.

-¿Lira? ¿Sos vos? ¿Porqué estás llamándome?

-Sí, soy yo. Necesito verte para hablar y aclarar las cosas. Todo pasó muy rápido. Quisiera que podamos resolver esto.

-Sí, respondió al cabo de unos momentos y con un ligero temblor en la voz, …tenías razón. Yo realmente no sé qué me pasó. También quiero verte… En serio, no puedo creer que traté de matarte… No era yo. Perdoname.

Permanecí unos segundos en silencio, casi incapaz de creer lo que escuchaba, de verdad sonaba afectado, la voz se le desvanecía por momentos. Eso me convenció de su sinceridad. Sabía que no era buen mentiroso, porque siempre que se ponía nervioso o se avergonzaba por algo la voz le temblaba de forma incontrolable. No había duda de que era honesto en su arrepentimiento.

-Está bien, dije al fin, veámonos mañana a las 18hs en el edificio abandonado, nuestro lugar de reunión de siempre.

 

-Ah, en serio, muchas gracias, Lira. Sos… la mejor, siempre salvándome, incluso de mí mismo. Muchas gracias. Mañana te veo y te doy un abrazo bien grande. Gracias. Te quiero mucho, mi Lira.

-Hasta mañana, loco lindo.

Me pareció increíble que todo saliera tan bien, así que apenas pude dormir esa noche, pensando en todo lo que tenía para decirle a Alex, tanto reproches como palabras de sanadoras. Me dormí con una paz ansiosa en el corazón.

Al día siguiente, poco antes de la hora señalada salí para ir caminando sin apuro para poder pensar. No había querido llevar nada con lo que pudiera defenderme, estaba segura de que no había peligro.

Llegué puntual, con mis frases preparadas. Vi a Alex desde lejos y lo saludé con la mano. Él me devolvió el saludo sonriendo, pero en lugar de esperarme ingresó al edificio. Un poco confundida fui tras él. El sol invernal ya se taba ocultando y el interior comenzaba a llenarse de oscuridad. Alcancé a vislumbrar a Alex recostado en el marco de una puerta, cercano a la sala principal donde nos reuníamos  siempre. Él me clavó una mirada intensa y fría. Entonces reparé en el brillo metálico en su mano. El chasquido del revolver al cargarse  resonó en mis oídos y en mi corazón como mil cristales al romperse. Supe que todo terminaba allí, mis esperanzas y sin duda alguna mi vida también. Pero si iba a morir, al menos iba a hacer un último esfuerzo por salvar el alma del que fuera mi mejor amigo. Él se escabulló en la oscuridad y yo lo seguí.

-6-

Habíamos ingresado en la penumbra. Mis pasos era aún más silenciosos que de costumbre, pensando no solo en mantener el factor sorpresa conmigo sino también en el hecho de que él tenía una revólver.

Aún no me recobraba de la terrible verdad que no había querido ver. No podía terminar de creerlo. ¿Cómo era posible que un día fuera mi mejor amigo y dos días después se ocultara en un edificio antiguo con un revólver listo para matarme en cuanto me viera? ¿Tanto lo habían cambiado en esa… comunidad?

Respiré hondo y entré a la sala principal, con el corazón en un puño.

Alex estaba allí, en medio de la sala principal, entre la línea de cabinas de atención al cliente, con paredes repletas de puertas a sus espaldas y el amplio espacio decorado con pisos de mármol y muebles de roble, con viejas luminarias de bronce. La luz  del crepúsculo era escasa y apenas lograba filtrarse por unos grandes ventanales rotos y cubiertos casi totalmente por enredaderas espesas. Todo parecía aún más oscuro y peligroso a causa del estado de abandono que tenía el edificio, aunque nosotros habías limpiado ese espacio para poder hacer nuestras reuniones de amigos.

Reuniones de amigos… que ahora parecían tan lejanas como si nunca hubieran existido.

Di un paso hacia adelante y Alex saltó hacia un costado, ocultándose en las sombras. Caminé un poco más y entonces sentí el cañón del revolver presionado contra mi espalda. Supe que todo estaba a punto de llegar a su fin. El desenlace, en final más infeliz posible para Alex y para mí.

Le miré por encima del hombro.

-¿Porqué?, pregunté con un hilo de voz.

-Porque tengo que salvar al mundo, a la humanidad.-Respondió con firmeza y sin dudar.

-¿Matarme va a salvarlo?

-Sí, hacerlo va a convertirme oficialmente en un miembro del “Ejército del Nuevo Mundo”.

-Entiendo, respondí, realmente entiendo… No hay retorno posible ya. Estás totalmente decidido a ser parte de esa organización… criminal-respiré hondamente-. Si asesinar por la espalda y a sangre fría a tu mejor amiga, la persona que estaba dispuesta a arriesgarlo todo por sacarte de ese mundo envenenado… entonces no hay más que decir. Solo lamento… que no pude salvarte. Perdoname… por fallart…

Una detonación, una ráfaga de fuego entrando por mi espalda y recorriendo mi cuerpo y luego… alejarme del mundo en un remolino de colores cada vez más borrosos… hasta perderme definitivamente en un abismo sin final.

-7-

Después de apretar el gatillo la vi desplomarse lentamente, como en cámara lenta. Me acerqué a su cuerpo inerte y vi una expresión de paz y dolor en su rostro… La expresión de alguien derrotado a pesar de haber luchado hasta sus propios límites. Ella había traspasado el límite sacrificando sin pensar su vida misma. Por mí…

Entonces el mundo comenzó a moverse a toda velocidad, como si yo acabara de despertar de un letargo de años y descubrí la realidad más espantosa y cruel. El revólver cayó de mi mano y yo caí de rodillas aplastado por el dolor y la incredulidad con las manos en la cabeza. Lancé un grito desgarrador y me ahogué por falta de aire. el pecho me oprimía con violencia y la culpa me atravesaba como flechas de hielo ardientes.

No podía ser. No era posible que yo hubiera hecho eso, no quería aceptarlo. Levanté la mirada y esta vez vi paz en el rostro de Lira, solo paz, el dolor parecía haber desaparecido. Permanecí unos instantes sin poder hacer otra cosa más que mirar ese rostro tan querido, hasta que noté una mancha color rubí oscuro que comenzaba a sobresalir debajo de su cuerpo. Esa imagen me despertó de golpe y con un temblor casi incontrolable me levanté y me acerqué a ella. Sin coraje para mirar nuevamente su rostro me incliné y la tomé entre mis brazos y casi sin saber a donde iba caminé hacia la salida  del edificio. Lo siguiente que recuerdo es hacerle señas a un taxi que pasaba para que se detuviera y nos llevara al hospital más cercano. Apenas logré decir que nos habían asaltado y mi amiga había recibido un tiro por protegerme. El taxista se solidarizó y comentó algo acerca de la gran inseguridad. Después dejé de escucharlo, estaba demasiado abstraído en mis pensamientos.

Todo lo ocurrido desde la vez que Lira y yo fuimos al recital de aquella banda de música donde conociera a los miembros del “Ejército del Nuevo Mundo”. Desde aquel día ellos habían comenzado progresivamente a llenarme la cabeza de ideas sobre limpiar el mundo de aquellos que no valían nada, de luchar contra el poder, de salvar a la humanidad. No podía creer lo fácil que yo había caído en sus redes. Realmente fui una víctima casi voluntaria sin saberlo siquiera.

En ese momento llegamos al hospital y luego todo fue un vértigo de enfermeras, médicos, carreras, un quirófano y luego alguien me dio un calmante. Fue muy fuerte o quizá yo estaba exhausto por todo lo ocurrido, la cuestión es que me quedé profundamente dormido en la misma silla en que me había sentado para esperar fuera de la sala de operaciones.

Alguien me despertó y me dijo que la operación de Lira había sido exitosa y que podía entrar a la habitación. Un tanto confundido al comienzo ingresé y al verla así, postrada en una cama, conectada a varios aparatos, inconsciente y totalmente indiferente al mundo a su alrededor. Ella no sabía que yo había estado pensando en suicidarme con el frasco de pastillas que había visto al entrar en esa habitación. Pero al ver su expresión serena desistí de ese deseo fugaz y demente. Me senté en un silla junto a la cabecera de la cama y apreté contra mis piernas el único objeto al que me había aferrado  durante todo ese calvario, la cartera tipo bandolera de Lira. Sentí algo en su interior. Era una libreta con una birome color azul. Debería haberlo sabido, ella jamás salía de casa esos elementos. Las saqué, busqué una hoja en blanco, destapé la birome y permanecí con la vista fija en el papel. Miré nuevamente a Lira y comencé a escribir…“

-8-

Al abrir los ojos fue como volver a nacer, o quizá me lo pareció porque me hallaba en una habitación totalmente blanca. Una punzada de dolor en la espalda me convenció de dos cosas, primero que estaba viva contrario a mis propias creencias y segundo, que estaba en un hospital. Aún así, tardé un largo rato en aclarar tanto mi vista como mis pensamientos. El nombre de Alex pasó fugazmente por mi mente y recordé de repente todo lo ocurrido: el recital, un grupo de fanáticos invitando a Alex a sus reuniones, el rostro descompuesto y la mirada demoníaca, luego el brillo de un revólver y finalmente el fuego atravesando mi espalda.

Un dolor desgarró mi alma y luché para evitar que me consumiera. Miré hacia todos lados buscando algo que lo ahuyentara, un escudo protector, pero solo hallé un botón para llamar a la enfermera. Lo hice y luego de permitirle examinarme le pregunté cómo había llegado al hospital. Ella me dijo que mi amigo me había traído luego de que nos asaltaran y me hirieran, que pasó todo el tiempo a mi lado hasta que me operaron pero que luego de asegurarse de que yo iba a estar bien, sin secuelas graves, y de prometer que el pago por los servicios iba a llegar por correo se había marchado sin regresar. Antes de que yo pudiera decir algo, la enfermera me señaló la libreta que estaba sobre la mesa de luz y dijo que mi amigo había dejado como única exigencia que me entregaran esa libreta para que yo leyera, que yo iba a entender después de leer todo. Agradecí a la enfermera apenas se marchó, agarré la libreta y empecé a leer.

-9-

Querida Lira: No tengo ni el coraje ni el derecho para hablarte cara a cara. No puedo. No voy a sentarme junto tu cama a esperar a que te recuperes y pedirte perdón como te merecerías. Sé bien que a pesar de todo lo que te hice vos sin dudarlo me darías tu sincero e inmerecido perdón. Y no puedo soportar esa imagen, esa sonrisa comprensiva que sé que me darías, tampoco el abrazo que me rompería el alma y la fuerza en miles de pedazos. Quiero evitar todo eso. No tengo fuerzas para mirarte sabiendo el dolor que te causé, no solo físicamente, aunque es igualmente imperdonable, sino en tu corazón. Sé bien que destruí tus sentimientos y confianza en mí… o quizá no totalmente, porque intentaste rescatarme, hasta el final, hasta mi último acto de estupidez.

No, realmente no puedo quedarme hasta el momento en que despiertes y vea en tus ojos el alivio por verme a tu lado después todo lo ocurrido. No tengo duda de que eso sería exactamente lo que pasaría si me quedo. Es como si lo estuviera viendo ahora mismo.

Vos me perdonás, ya lo sé. Y no me va alcanzar la vida para agradecértelo.

Así que me voy. Necesito marcharme y buscar el modo de redimirme, aunque no exista ninguno. No sé cómo voy seguir ahora, pero lo mejor va a ser que trate de empezar una nueva vida en otro lugar. Una vida incierta que nace a partir de cometer una locura enferma como fue arrojar a la muerte a una persona inocente, alguien que solo quiso protegerme y salvarme. Quiero empezar de nuevo, lo necesito, de inmediato.

No soporto ser quien soy en este momento. Quiero librarme de este monstruo que me consumió. Quisiera arrancarme el alma y la memoria. Pero no puedo. Sólo queda escapar a un nuevo lugar y tratar de sobrevivir primero y revivir después.

Por cuestiones obvias no voy a decirte a dónde voy, en parte porque no quiero que intentes seguirme, y en parte porque yo mismo no lo sé . Lo único que sé es que quiero dedicarme a ayudar a otros, quiero luchar por salvarlos, de la misma forma inflexible y sincera que vos  lo hiciste conmigo. Tal vez así logre lavar mis culpas. Tal vez…

Yo ya no puedo hacer otra cosa más pedirte perdón, por no escucharte, por no prestar atención a tus advertencias, por haber estado tan ciego a la verdad obvia de que me estaba zambullendo en la autodestrucción, por no entender tus miradas y silencios, por ser totalmente sordo a tus gritos de que no me rindiera porque estabas para ayudarme. En fin, te pido perdón, aunque no lo tengo. No merezco perdón ni siquiera de Dios. Pero sé que Él, como vos, puede perdonarnos todo, hasta lo errores que nunca creímos capaz de cometer, porque siempre nos creemos perfectos sin serlo.

Ahora ya no sé cómo continuar esta carta, sólo se me ocurre seguir pidiendo perdón, pero se me acabaron las palabras para eso. No hay ninguna que exprese realmente la profundidad de este dolor.

Así que es mejor que me despida. No creo que vuelva, aunque, honestamente, daría lo que fuera por verte de nuevo algún día, pero sería uno muy lejano, cuando casi ni recuerdes mi rostro y cuando yo haya olvidado el motivo que me impulsa a emprender este viaje de redención que no tiene destino ni duración exacto.

Tal vez algún día nos volvamos a ver.

Lo único que me queda es agradecerte la fe que siempre tuviste en mí y desearte lo mejor en la vida. Si Dios se apiada de mí, algo que no merezco ni remotamente, entonces vamos a volver a encontrarnos en esta vida. Es la única esperanza que me mantiene con algo de vida. Realmente quiero que pase. Hasta entonces, cuidate mucho, por favor.

Una última cosa quiero decirte, lo digo con total sinceridad, pero apenas si tengo el coraje de escribirlo porque jamás podría decírtelo a la cara sin sentirme un hipócrita. Jamás.

Te quiero mucho, mi Lira. Mucho… y mal, pero siempre, siempre, mucho.
                         Tuyo sin merecerlo, Alex.“

-10-

Cuando terminé leer mis ojos se ahogaban en sal, mi alma ardía por las cicatrices que se acaban de abrir y mi boca estaba árida por la incredulidad. No pude reprimir el llanto y comencé a agitarme por falta de aire. La enfermera vino de repente y me aplicó un sedante. Lo último que vi antes de caer dormida fue la última línea de la carta

Una semana después estaba en mi departamento mirando las fotos que tenía con Alex. Las ojeaba de forma indolente hasta que encontré una que no era exactamente una foto sino un recorte de un paisaje del sur de país y la imagen de Alex pegada en él. Entonces acudió a mi memoria la frase que él había dicho cuando me dio ese recorte:

-Si yo tuviera la oportunidad de largar todo el trabajo y la locura de vivir en la ciudad y me dieran a elegir un lugar para empezar una nueva vida sin duda señalaría éste lugar, Villa La Angostura, en Neuquén. Allí podría empezar de nuevo, con un trabajo relacionado con la naturaleza, como instructor de sky, guía de excursiones o algo así. Sí, allí iría si pudiera y si quisiera empezar de cero. Sin duda. Tal vez algún día vayamos.“

Media hora después yo estaba preparando mi valija después de comprar telefónicamente un pasaje a Neuquén.

Ya sabía que era una locura. No había ninguna certeza de que Alex estuviera ahí, nada me aseguraba éxito en esta búsqueda impetuosa. Pero yo no iba a rendirme. Conocía a Alex y aún tenía una fe inquebrantable en él porque siempre que decía que quería algo se esforzaba para cumplir su meta. Entonces, si había dicho que iría a ese lugar si tuviera que iniciar una nueva vida, entonces yo estaba segura de que era exactamente lo que él iba a hacer.


Con esa fe y mi equipaje salí para iniciar mi viaje, con un único destino final: Alex y un abrazo redención.

Nuestra noche negra comenzaría entonces a convertirse en un esperado y suave amanecer.


FIN




Bookmark and Share

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuerpo blanco, sangre azul.

Miedo

Profesionales de la incultura