El caso 0020 (segunda parte)



-1-

Cuando Matt llegó a la oficina, a las ocho menos cuarto del día siguiente, encontró a la detective Luna enfrascada en un montón de planillas, con una guía telefónica, una gran cantidad de anotaciones sueltas pero apiladas en un extremo del escritorio, una taza de café con leche, la computadora portátil prendida y el teléfono al lado.

–Yo seré un simple aspirante, pero reconozco enseguida a una persona que pasó toda la noche trabajando, y eso es lo que estoy viendo. ¿No ha descansado ni cinco minutos, verdad?

–La única pausa que hice fue para prepararme este café con leche.–le contestó, y Matt notó que tenía una mirada cansada pero al mismo tiempo muy concentrada.

–¿Averiguó algo?–preguntó.

–Hice algunas llamadas y recopilación de datos, pero aún no logro relacionarlos. Estoy desconcertada, es el primer caso de esta naturaleza que veo, el primer asesinato que parece realizado solo con el aire.–le contestó ella desalentada.

–Bueno, creo que es hora de que su asistente de señales de vida. Tómese usted ese café, que yo voy a investigar un poco todos estos papeles–le sugirió, agarrando los papeles y las planillas.

Muchos de los papeles tenían direcciones y teléfonos, una de las planillas era una factura telefónica que pertenecía a los Husser y donde estaban detalladas todas sus llamadas telefónicas más recientes dos de las cuales estaban marcadas en rojo; la otra planilla estaba formada por lo que indudablemente era un expediente médico con el nombre de Donato Marvolo Husser. La información era mucha, pero Matt no lograba conectarla entre si. De pronto sus pensamientos fueron interrumpidos por un fuerte sonido de tos. Levantó la vista y vio a Luna tratando de recuperar el habla. En su euforia se había atragantado con el café con leche.

–¡Lo tengo! Matt, logré descubrir algo que puede ser la clave de este misterio– declaró contenta, pero sin elevar la voz.– Escuchá: ¿Te acordás de la sustancia transparente que había en la rama donde estaba el panal, la misma que estaba también en el tronco?, Lo envié a examinar y comprobé que no era más que una mezcla de diferentes tipos de pegamento, lo que creó un pegamento superesistente, podría decirse, y muy durable. Bueno, eso por un lado, ahora, si te fijás bien en el expediente médico de Husser vas a poder ver que dice que es alérgico a los venenos de cualquier tipo, sobretodo los de los animales. Claro, hay gente que es picada por un escorpión y resiste hasta que le aplican el antídoto, pero en el caso de Husser eso no es posible, porque la reacción alérgica acelera el envenenamiento y en consecuencia la muerte en un tiempo extremadamente rápido.

”Eso es lo que pasó. Alguien pegó el panal de abejas a la rama de ese árbol en el jardín del abogado y luego tuvo que esperar a que las abejas hicieran su trabajo, de ese modo el trabajo es “limpio”, es decir que no hay huellas digitales por lo que no se puede culpar a nadie.

–Es increíble, realmente increíble. Descubrió como fue llevado a cabo el crimen. Sin embargo no me explico que motivo tenían esas abejas para atacar a Husser.

–No creo que lo atacaran intencionalmente, sólo se confundieron.

–¿Cómo es eso?

–Anoche llamé por teléfono a la señora Husser y le pregunté si su marido acostumbraba a usar algún tipo de perfume o desodorante... Como me contestó que sí, fui a pedirle que me diera el perfume que usaba su marido, porque tenía pensado mandarlo a analizar para ver si eso me daba alguna pista importante, tenía una corazonada al respecto. En fin, el análisis indicó que la composición del perfume tenía algo anormal: una imitación de la esencia de la abeja reina con extracto de polen, en definitiva toda una tentación para las abejas. En su afán de llegar a la fuente de todos los olores se toparon con el abogado y sin dudar se lanzaron sobre él y, bueno, el pobre trató de defenderse y lo picaron. Eso fue todo.-concluyó atenta a la mirada de Matt. Éste no parecía poder articular palabra.

–De verdad no puedo creer que haya resuelto el misterio tan pronto-dijo él finalmente-, no le llevó ni dos días. Y ese detalle del perfume fue re grosso, estuvo joya. Pero, ¿de donde sacaron el panal de abejas?

–Eso es muy fácil de averiguar. Mirá esto.–le contestó, señalando el papel que tenía las siglas S.A.

–¿Qué es la S.A?

–Es la Sociedad de Apicultores, el lugar ideal para conseguir un panal de abejas. Hice una llamada en cuanto me di cuenta del asunto del pegamento.

–Pero entonces usted no estaba tan perdida como pensé que lo estaba cuando llegué.

–Yo nunca dije que estaba perdida–se defendió ella–, solamente estaba desconcertada porque no había podido armar la primer parte del rompecabezas. Fue el análisis del perfume y el pegamento lo que me dio la primer pista para resolver este misterio. Sólo tenía que conectar ordenadamente mis ideas.

–¿A que se refiere con “la primer parte del rompecabezas”?

–Descubrimos los hechos, pero ahora falta saber quién esta detrás de todo esto.

–¿Tiene alguna idea sobre quién pueda ser?

–Más o menos. Necesito que vayas a la Sociedad de Apicultores y averigües el nombre de los compradores más recientes que hayan adquirido panales de abejas. Mientras tanto, yo voy a contarle al comisario Héctor Wagner nuestros avances. Te espero acá a la una de tarde.

Se levantó, tomó su abrigo, sus lentes oscuros y salió del despacho, con Matt detrás.


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-2-

–Esa Sociedad de Apicultores está llena de locos fanáticos de las abejas, no encontré uno que no haya sido picado menos de diez veces. En fin, encontré cuatro tipos que compraron panales últimamente: Rodolfo Garcilazo, Demetrio Alberti, Rubén Segado y José Centurión.–dijo Matt, colocando la lista sobre el escritorio para que Luna la leyera. Eran la una y diez de la tarde y ambos estaban de vuelta en la agencia.

El comisario Wagner había enmudecido luego de que Luna le contara la primer parte del “Misterio del asesino invisible”, como ella lo llamó.

Luna revisó la lista y se quedó mirando fijamente al segundo y el cuarto nombre, uno de ellos le resultaba familiar, pero no podía recordar dónde lo había visto antes. En ese momento sonó el teléfono. Era la señora Husser, había recordado de quién era uno de los números telefónicos que Luna tenía marcados con rojo en la factura telefónica. Era de una inmobiliaria que le ofrecía una visita a un nuevo edificio en construcción, en la calle Pavon al 7890 que podía comprar y tener todas las ganancias del local que abriría en un mes, ella había respondido afirmativamente e iba a ir ese mismo día a las seis de la tarde.

Este dato fue clave y desencadenó una serie de averiguaciones y hechos increíbles. Fue como si repentinamente todo se clarificara para Luna y, en parte, también para Matt.

–¿La calle Pavon al 7890?¿No es donde dijo el comisario que se estaba construyendo la cafetería?–preguntó él, acordándose de pronto del comentario del comisario Wagner.

–Sí, tenés razón... Rápido, fíjate en la guía telefónica en los planos de la ciudad donde queda esa calle... Creo que ya tengo todo en claro, solo faltaría... –concluyó agarrando la computadora y abriendo un archivo de una lista de criminales conocidos y peligrosos: era precisamente la lista que había pasado el día anterior.

Entonces, Luna y Matt exclamaron al unísono:

–¡Lo encontré!

–Encontré la calle, está, precisamente a una cuadra de la residencia del abogado.–dijo Matt, con un leve matiz de emoción en la voz.

–Entonces el caso está resuelto, porque el número telefónico de la “inmobiliaria” coincide exacto con el de José Centurión, nombre que a su vez coincide con el de un criminal que estuvo acusado de matar a un médico para luego hacerse pasar por familiar del difunto y cobrar el dinero del seguro. Me juego la cabeza a que en esta ocasión ocurrió lo mismo: mata al abogado y luego cobra el seguro. Aunque ese detalle del teléfono, francamente... Que tipo de poca cabeza.

–No es posible que haya gente capaz de hacer algo así, me refiero a matar por cobrar un seguro. Sin embargo no creo que pueda cobrarlo, porque si la esposa del abogado se presenta antes y lo cobra, todo el plan se le va a pique. Aunque dudo que la señora pueda reconocerlo si nunca lo vio antes, podría tomarlo como un pariente lejano–conjeturó Matt.

–Tengo la respuesta para la segunda cuestión, la señora Husser es perfectamente capaz de reconocer a este hombre: ella estaba presente en el juicio donde el abogado demostró la culpabilidad de Centurión y lo condenaron a cadena perpetua, pero por desgracia logró escapar mientras lo trasladaban a la cárcel, hace una semana.

–¿Qué va a pasar entonces?–preguntó él muy inquieto.

–Ahora Centurión está detrás de la señora Husser, porque si logra matarla a ella también, con un sencillo cambio de apellido puede presentarse y cobrar el doble del dinero del seguro. Saldría ganando aproximadamente un millón de dólares. Ojo que hablo de dólares, no en pesos, así que imaginate.

Matt emitió un silbido de sorpresa y luego un escalofrío le corrió por la espalda, y casi sin ganas de saber ala respuesta preguntó: –¿Qué hacemos ahora?

–Lo único que podemos hacer: vos andá a la seccional y decile Héctor todo lo que descubrimos y pedile que mande refuerzos a la calle Pavon al 7890. Que estén ahí antes de las seis de la tarde. Yo, por mi parte voy a ir a la casa del abogado a prevenir a la señora Husser y si no la encuentro voy a ir a la cafetería en construcción. ¿Qué hora es? Humm... las cuatro y media, es muy tarde, y para apurar todo el trámite te voy acercar a la seccional, después sigo camino.

–¿Cómo va hacer para acercarme hasta allá? Ayer fuimos en taxi.–quiso saber Matt.

–Eso es porque ayer no tenía el tiempo en mi contra como hoy, ¿O pensás que siempre me muevo en taxi o colectivo?–le contestó ella rápidamente, anotando dos direcciones en papeles diferentes, luego agregó: –Estas son las direcciones de la residencia y la cafetería, respectivamente, llevátelas para poder encontrarme.

Inmediatamente agarró sus lentes, su abrigo y sus llaves: –Vamos, rápido.

Luego de cerrar la oficina, se dirigieron al garaje que estaba al lado. Luna accionó un botón disimulado en un cartel que decía “vendido” y que era imposible de descubrir. Entonces el garaje se abrió y Matt pudo ver, completamente atónito, un auto color gris plateado: era un Mercedes Benz descapotable.

–Nunca dije que la paga de este trabajo fuera pequeña.–dijo Luna, sonriendo ampliamente ante el rostro desencajado de su compañero.

-3-

Luego de dejar a Matt en la seccional, Luna siguió viaje hasta la casa del abogado. Eran las cinco y media de la tarde. Según pudo comprobar a simple vista la residencia estaba vacía, excepto por la sirvienta, quien le comunicó que la señora había salido para un “importante negocio inmobiliario”. Después de agradecer la información, se dirigió al edificio en construcción que estaba, como Matt había dicho, a una cuadra.

La construcción tenía dos pisos de alto y parecía a punto de ser terminada, incluso tenía los vidrios puestos y las paredes pintadas.

No le extrañó no ver ningún vehículo estacionado en los alrededores, puesto que la distancia era tan corta no valía la pena gastar combustible. Tomó aire y entró.

El interior no era muy diferente de cómo lo había visto desde afuera: una gran cantidad de mesas y sillas de caño, una barra a lo largo de las vidrieras con banquetas individuales, una pequeña mesada donde había una caja registradora y muchas cajas con diferentes clases de café en sobres y por último una puerta con una pequeña ventana, a través de la cual se podía ver una escalera caracol. Luna escondió unos cuantos sobres de café en su bolsillo, abrió la puerta silenciosamente y comenzó a subir por la escalera, atenta a cualquier ruido sospechoso.

Estaba a mitad de camino cuando oyó voces provenientes del piso superior:

–¡Ustedes asesinos mataron a mi esposo! No sé como lo hicieron pero sé que fueron ustedes. ¡Miserables hijos de perra!–gritó la voz fácilmente reconocible de la señora Husser.

–Es usted muy maleducada señora, al gritar así. Pero tiene razón, nosotros matamos a su esposo y ahora la vamos a matar a usted y nos vamos a quedar con un millón de lindos dólares en los bolsillos. ¿Mucha guita, no? ¿No es increíble lo que un poco de investigación, pegamento y algunas abejas pueden hacer? Realmente increíble–concluyó melosamente una voz ronca y fría que parecía estar muy feliz.

Luna no necesitó asegurarse esa era sin duda la voz de José Centurión, sin embargo se preguntó a quién más se refería cuando decía “nosotros”. Acabó de subir y vio una escena que hizo que su corazón se detuviera un instante: En la habitación en penumbras con un gran ventanal de vidrio, la señora Husser estaba atada a una silla de caño y frente a ella había dos hombres de pie, uno de ellos era alto de tez blanca con un ligero rastro de barba, cabello oscuro y mirada astuta y maligna, era José Centurión; el otro era más bajo, también de tez blanca, ojos grises, y Luna recordó haberlo visto en su archivo de la criminales, junto al de Centurión. Vio brillar el caño de un revolver de calibre 22. No esperó más, abrió la puerta completamente, desenfundando su pistola automática y, apuntando en dirección a los criminales, gritó:

–¡No cantes victoria antes de tiempo, Centurión! Una vez estuviste a punto de ir en cana, ahora vas a ir de verdad. ¡Tirá el arma ahora mismo o te aseguro que no voy a tener piedad ni de vos ni de ayudante!

–¡Detective Guerrero!–Gritó la señora Husser.

–¿Detective? No sabía que los detectives todavía existían y menos aún que hubiera mujeres que trabajen de eso. Parece que se cansaron de cocinar. Andá, “detective”, andate por donde viniste y volvé a mirar telenovelas.–dijo Centurión en tono de burla.

–El único que va a ir a algún lado sos vos; Centurión, y no a ver telenovelas. ¡Tira el arma, te dije!–ordenó la detective.

–¡Basta! No tengo tiempo para perder con esta idiota.–estalló Centurión, luego se dirigió a su compañero: – Matala y rajemos de acá antes de que venga la cana, dále.

El compañero titubeó un poco y luego, sin quitarle los ojos de encima a la pistola automática, sacó una navaja de su bolsillo y se lanzó sobre Luna. Esta esquivó el ataque y sacó algo de su bolsillo. Entonces a la tercer arremetida, abrió uno de los sobres de café y echó su contenido directamente a los ojos de su atacante. Este se sacudió y gritó asustado, Luna aprovechó la situación y lo golpeó en la cabeza con el mango de su pistola. El criminal se desplomó desmayado.

Centurión observó toda la escena y emitió un gruñido de rabia:

–Si quiero un trabajo bien hecho tengo que hacerlo yo.

Sujetando firmemente el revolver fijó sus ojos en los de Luna y por un momento hubo un feroz duelo de miradas, que fue interrumpido por los movimientos que ambos hicieron al apuntarse mutuamente con las armas. De repente Centurión cambió el objetivo del arma: ahora apuntaba a la cabeza de la señora Husser.

–Si intentás algo raro, le vuelo la cabeza–dijo el criminal con una sonrisa de victoria.

El tiempo se detuvo. La detective estaba paralizada, un movimiento equivocado podía costarle la vida a la señora Husser. Por primera vez en su carrera, su esperanza moría en manos de un criminal al que había descubierto pero no podía atrapar.

Pero algo le devolvió la esperanza: durante un segundo creyó ver un destello de luz azul en dirección al ventanal. El ventanal de vidrio que daba a la calle...

El tiempo volvió a correr. Luna sabía que tenía una sola oportunidad para actuar y salvar a la esposa del abogado... y no la perdió. Casi sin pensar en otra cosa, reaccionó.

–Es hora de terminarlo, Centurión–susurró, y entonces se echó hacia delante a toda velocidad. Centurión disparó el revolver, pero no le sirvió de nada: Recibió el choque al mismo tiempo que soltaba el arma y otras manos lo aferraban fuertemente por la ropa para impedirle escapar. Inmediatamente después sintió que su espalda chocaba con algo y lo atravesaba totalmente, luego percibió una corriente de aire. Sintió un fuerte golpe y todo se acabó...

Eran las seis menos diez de la tarde y el sol se ocultaba temprano para dar paso a la oscuridad de una lúgubre noche invernal.

-4-

Cuando la detective Luna Guerrero recobró el conocimiento, lo primero que se dio cuenta era de que estaba en un hospital, a juzgar por las paredes blancas y el olor a cloroformo que había en el aire. Sentía un inexplicable y agudo dolor cerca del pecho, al levantar la mano pudo ver que tanto la derecha como la izquierda tenían pequeñas vendas y al tantear en la zona donde le dolía se supo que también ahí tenía una venda más gruesa. Se preguntaba que había pasado y hace cuanto tiempo cuando oyó una voz conocida:

–Si yo fuera usted dejaría de tantear ahí, porque la herida podría abrirse nuevamente.

–¿Matt? ¿Qué pasó y cómo llegué a este hospital?¿Qué pasó con Centurión y con la señora Husser?. Lo último que me acuerdo es que me arrojé contra Centurión y atravesamos el ventanal, nada más.

–Calmese, che o me van a echar de acá. Una cosa por vez, ¿Se siente mejor?–dijo Matt arrimando una silla y sentándose en ella.

–Sí, me siento bastante bien, ahora contame.

–Veo que ya está normal otra vez, siempre apurada por saber los hechos. Esto es lo pasó: Después de contarle al comisario Wagner quién era el culpable, él dio la orden de preparar una brigada y nos pusimos en camino a la cafetería. Creo que eran las seis menos veinte, sí a esa hora salimos de la seccional. Durante el viaje le conté más detalladamente nuestro descubrimiento al comisario. Llegamos exactamente a las seis menos diez y, en el momento que íbamos a entrar al edifico, oímos un ruido raro. Alzamos los ojos y vimos, aterrorizados que algo muy grande atravesaba el ventanal. Cuando nos recobramos del susto nos acercamos a ver que era eso. Debo confesar que me puse realmente pálido cuando vi que usted estaba inmóvil en el suelo, y me asusté aún más cuando vi que tenía una herida de bala cerca del pecho, porque creí que usted estaba... Bueno, ya sabe... muerta. Me asusté en serio, digo, porque siento que ya somos casi, casi... amigos.

Luna no dijo nada pero sintió una sensación extraña e imposible de describir, algo que no sentía hace años enteros, una especie de gratitud inmensa. Fingió retirarse el pelo de la cara para secarse los ojos, ligeramente humedecidos. Le dirigió a Matt una sonrisa leve pero luminosa, algo que lo sorprendió mucho, y le hizo una seña para que continuara con el relato. Este prosiguió:

–Inmediatamente el comisario le tomó el pulso, dijo que no había muerto y pidió por radio una ambulancia. Entonces escuchamos los gritos de la señora Husser. Subimos al primer piso y la liberamos, y también atrapamos al cómplice de Centurión. Todo eso fue hace tres días.

–¿Qué pasó con Centurión, lo mandaron preso como debía ser?

–No, pero igual tuvo lo que se merecía. Cuando lo inspeccionamos, estando aún en el suelo, vi que estaba muerto. No se preocupe usted por nada, porque no hay cargos en su contra, porque la señora Husser nos contó lo que había ocurrido y el comisario concluyó que había actuado en defensa propia. Nadie se la va a llevar a la cárcel, quédese tranquila.–finalizó Matt, con una gran sonrisa.

–Bueno, francamente ni se me pasó por la cabeza el hecho de ir en cana. Bien, entonces El caso 0020, “El caso del asesino invisible” ya es un caso oficialmente cerrado–dijo Luna con el rostro lleno de satisfacción.

–Todavía no, quiero que saque una duda. Usted dijo que el abogado murió porque hubo reacción alérgica al veneno de las abejas, pero ¿Cómo supo que había estado envenenado, si los exámenes de la autopsia no indicaban la presencia de veneno?

–Eso es sencillo de responder. ¿Te acordás de que el comisario había dicho que las ropas del abogado estaban humedecidas por el sudor? Pues bien, resulta que el veneno fue absorbido por el organismo y luego “eliminado”, por así decir, por medio del sudor, sin embargo ya era tarde, porque la sangre estaba envenenada y eso causó la muerte del abogado.

–Sé que dije esto antes, pero usted es realmente increíble. Sherlock Holmes es un bebé a su lado, es una genia total, un bocho, si me permite la comparación y el halago.–dijo Matt contento.

–Bueno, no exageres, que vos también fuiste la clave para muchos acertijos. De no ser por tu conducta el día que fuimos a la casa del abogado, yo no habría descubierto el panal y todavía estaríamos en Babia, tratando de adivinar los hechos, además fuiste vos quien recordó que la dirección de la cafetería era la misma que la de la “inmobiliaria” y gracias a ese detalle pudimos ir a socorrer a la señora Husser.

–Basta, que me estoy poniendo colorado. Ahora podemos decir que “el caso del asesino invisible es ya un caso totalmente cerrado”. La verdad no puedo creer que ya hace seis días que nos conocemos y ya resolvimos un caso con mucho éxito, debo decir.

Se levantó de la silla, se colocó la campera y cuando ya se iba le dijo a Luna:

–A propósito, la señora Husser le manda saludos y le dice que apenas se reponga la vaya a ver, pero pidió claramente que le avisemos antes de ir. Bueno, chau, no vemos.

Y desapareció tras la puerta, dejando a Luna sumida en profundos pensamientos.

-5-

–Bueno aquí estamos señora Husser. Es un verdadero placer verla nuevamente.–saludó la detective Luna Guerrero mientras ella y Matt se sentaban en los sillones de la sala de la mansión de la esposa del abogado Husser.

Hacía ya dos días que había salido del hospital, aunque continuaba sintiendo dolor en la herida, pero los médicos le dijeron que tuvo mucha suerte porque su herida cicatrizó tan rápido, y le recomendaron tener más cuidado. Sacando cuentas había calculado que ya hacía (le costaba creerlo) nueve desde que conociera a Matt, contando ése día por supuesto. El tiempo parecía haberse acelerado y detenido alternativamente sin que nadie se diera cuenta de ello. Nunca hubiera imaginado lo que la llegada de ese extraño asistente podía significar. No lo entendía claramente, pero sentía que había una muy buena razón para que ella, tan fría y dura como una piedra congelada hace mucho tiempo, hubiera aceptado tan rápidamente a ese chico insólito pero confiable que quería ser detective. “Ya sabré cuál es esa razón”, pensó, “Esto recién empieza”.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de la señora Husser.

–Quería, por supuesto, darles las gracias a ambos por realizar tan bien su investigación y aclarar la muerte de mi esposo. Sin embargo quería darles un pequeño presente de gratitud– les dijo ella sonriente.

–No es necesario ni obligatorio de su parte tomarse esa molestia, señora. Nuestra mejor recompensa es haber resuelto satisfactoriamente el misterio–atajó Luna, sonriendo.

–Por favor, no aceptaré una respuesta negativa es este punto–insistió la mujer–. Vengan, acompáñenme afuera.–agregó poniéndose de pie y yendo hacia la puerta.

Salieron al jardín y Luna pudo ver dos bultos cubiertos con seda blanca, uno que parecía un rectángulo, que estaba sobre una mesa de cristal, y otro que parecía apoyarse solo en el suelo.

–Adelante destápenlos. El que esta sobre la mesa es suyo, Luna y el otro de su aspirante.–dijo entusiasmada la señora Husser.

–Él no es mi aspirante– contestó Luna con el rostro repentinamente serio, luego miró a Matt y continuó–Es mi asistente, mi compañero... y mi amigo. Felicidades Matt, pasaste la prueba.–concluyó con los ojos brillantes. Matt le devolvió la sonrisa ruborizándose ligeramente.

Estaba destapando su presente cuando Matt dio un grito de euforia incontenible. Lo miró y pudo ver una motocicleta totalmente nueva, una verdadera “cero kilómetro”.

Luna acabó de quitar la seda y encontró una caja forrada de cuero negro. La abrió y enmudeció de sorpresa. En el interior había un par de lentes oscuros, una birome que contenía una cámara fotográfica en su interior, un prendedor con una mini cámara filmadora, otro par de lentes oscuros con espejos en el interior para poder ver detrás de uno, una agenda electrónica, una serie de micrófonos diminutos de diferentes formas y, finalmente un par de teléfonos celulares de última generación.

Volvió su mirada a la señora Husser, que sonreía y le dio las gracias. Matt llevó su gratitud al extremo y abrazó con fuerza a la mujer.

–Pensé que podían serles útiles ambos regalos, por las dudas–dijo la señora cuando recuperó el aire.

Luna guardó silencio un rato y luego, con los ojos fijos en Matt dijo con voz suave pero profunda:

–La señora Husser tiene razón. Te digo ésto, Matt: el juego recién empieza y nunca se sabe ni cuando ni cómo se puede acabar y tampoco quién puede dar el jaque mate final.

Luego de un nuevo y largo silencio agregó: –Las piezas ya están en el tablero, ahora hay que jugar, porque la partida ya comenzó.

Se colocó los lentes oscuros y se dirigió a casa, con la caja negra en las manos, mientras el sol teñía el horizonte de naranja y violeta.

FIN







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