Pensamientos aferrados


Mi nombre es Valinor. Seguramente me recuerdan, soy amigo de Vaeneria y he pasado una mañana completa buscando algún dato que permitiera conocer el pasado de ella, pues padecía una amnesia profunda, no recordaba absolutamente nada que fuera anterior a su cumpleaños número veintidós. Ahora, con veintiséis años y con mi ayuda desde que la conociera,  hace tres meses, no había logrado reunir dato alguno sobre su pasado. ¿Cómo era posible? Era como si ella hubiera nacido con veintidós años, no había ni rastro de su existencia antes de esa edad, ni un registro, un cambio de domicilio, nada. No me lo explico.
Ahora ella está dormida en el sofá de mi living, después de almorzar un insulso arroz con hierbas aromáticas. (Realmente la cocina nunca fue mi fuerte). 
Tres meses de investigación y ni un dato que le ayudara a recordar. Nunca creí que conocería a una persona amnésica...
Y… ¿porqué tuvo que tocarme justo a mí algo así?
Ese pensamiento es muy egoísta, lo sé, pero no puedo quitármelo de la cabeza. No puedo dejar de preguntarme eso. ¿Por qué a mí? Habiendo miles de personas, ¿justo yo? ¿Porqué?
Haciendo memoria, recuerdo que nos conocimos en una cafetería: yo no tenía suficiente dinero para el café que acababa de tomar cuando ella se acercó y me ayudó a completar el pago. Cuando le pregunté cómo podía devolverle el favor, me respondió, medio en broma, que si sabía cómo ayudarle a recobrar muchos años de su memoria. Cuando vi que no era una broma le pregunté por qué seguía buscando un pasado que tal vez nunca recuperara y ni siquiera necesitaba. ¿De dónde había sacado yo esa frase? Luego le dije que dejara atrás toda esa búsqueda, que siguiera adelante, que no valía la pena, que estaba perdiendo tiempo, que… la vida era un camino sólo de ida. Ahora creo que lo único bueno que dije fue esa última frase, el resto es una gran muestra de mi falta de empatía, porque en ese momento me pareció que ella perdía tiempo en una tontería. Pero no era así, no es así. Yo había sido un tonto, no me había puesto en su lugar, no se me había ocurrido que, seguramente, yo habría hecho lo mismo en su lugar, la misma búsqueda incansable, al menos para saber más de mi mismo, para poder conocerme y vivir mejor. Pero no, yo no había sabido entender sus sentimientos. Fui un gran idiota, tal vez aún lo sea. 
Al menos en algo concordamos, nuestros nombre, diferentes a los nombre comunes, eran lo que nos definía, ella porque simplemente no conocía su nombre de origen, y yo, porque, aunque tenía un nombre común, mi verdadero nombre, el que demostraba mi yo más auténtico, era éste, Valinor.

Yo había vuelto a encontrar a Vaeneria en Navidad y luego para Año Nuevo, así que decidí invitarla a tomar un café en mi casa para el día de Reyes. Después de eso nos visitamos a intervalos regulares. En realidad siempre caíamos de visita a la hora del té, por así decir, pero ninguno avisaba al otro que iba de visita, simplemente sabíamos cuando reunirnos, como si supiéramos, además, cuando el otro nos necesitaba. Era una especie de conexión no declarada.
Porque, aunque ninguno lo mencionara, era evidente que teníamos una relación especial. Ella había aparecido en mi vida para ayudarme con algo tan trivial como pagar un café, pero luego, gracias a sus preguntas y algunas respuestas, yo me había sorprendido pensando en cosas que jamás habían pasado por mi cabeza, por ejemplo, la definición de mi verdadero yo, la importancia de la Navidad, el poder pensar las cosas de forma diferente al resto de las personas, el valor de un nombre, la necesidad de una búsqueda. Realmente yo jamás había considerado nada de eso, de hecho no me gustaba mucho preguntarme cosas extrañas, me conformaba con vivir mi vida sin nada de dudas profundas ni nada de pensamientos importantes. Admito que yo era un completo simplista, aún cuando trabajara publicando mis propias opiniones en una columna de periódico, las cuales eran auténticas, pero no por eso “jugadas”, no me arriesgaba tanto como pareciera, siempre dejaba el último renglón para aclarar que todas era puras opiniones y que nadie estaba obligado a estar de acuerdo, en otras palabras, me disculpaba por toda la sinceridad expresada en la columna. Sin embargo, para mi bien, desde que conocí a Vaeneria, me había replanteado mi modo de trabajar, de pensar… de vivir.
Quizá el impacto causado por la repentina aparición de Vaeneria en mi vida fuera tan profundo que yo mismo era incapaz de apreciar su capacidad. Había tantas cosas que descubrí en mí gracias a ella, tantas ideas, pensamientos, miedos y dolores. Tantas cosas…
Debe ser por eso que yo… no puedo… mantenerme alejado de Vaeneria. Por más que intente convencerme de que nuestros encuentros siempre son casuales, una gran parte de mí desea encontrarla cada vez que salgo de casa. Tal vez sea porque sé que ella no tiene idea sobre la existencia de su posible familia, tal vez sea que siempre que me pregunta algo me obliga a pensar y repensar mi respuesta, tal vez sea porque gracias a ella me conozco a mí mismo, tal vez porque me daba algo de lástima verla buscar siempre su pasado sin lograrlo. Cualquiera fuese la causa yo sentía que no debía ni podía dejarla sola, que debía ayudarla, protegerla, apoyarla.
No logro explicarme este sentimiento, ni huir de él. No importa lo que haga… no puedo dejar de querer a Vaeneria.
Ah, ya se está despertando, será mejor que comience a preparar el mate para sentarnos en el patio a tomarlo, junto con algunos bizcochos.
Como dije, no puedo dejar de querer a Vaeneria. ¿Qué ocurriría si ella descubre esto?
¿Qué ocurriría…?
FIN

 





Bookmark and Share

Comentarios

Nayade ha dicho que…
Hola

Soy administradora de un directorio y tengo que decir que me ha gustado su página Los relatos de Vaeneria. Por ello, me encantaría contar con tu sitio en mi directorio, consiguiendo que mis visitantes entren también en su blog.

Si estás de acuerdo. Házmelo saber, nayadita.narvaez@hotmail.com.

Suerte con tu blog y que tengas un excelente día!
LAO ha dicho que…
Felicidades Valinor, no descuides a Vaeneria.......muchos saludos

Entradas populares de este blog

Cuerpo blanco, sangre azul.

Miedo

Profesionales de la incultura