Cita a ciegas



La cita se concretó por internet, como era tan común ahora. Ambos se habían conocido de forma virtual, por una red social, ya que eran seguidores de la misma banda de música. Luego de varias charlas vía chat, acordaron un día y horario para conocerse personalmente.
Pero todo salió mal…
Apenas se vieron en la cafetería se reconocieron, no sólo por las fotografías compartidas sino también por el brillo que cada uno vio en los ojos del otro.
Fue un momento de sueño fugaz.
Luego de presentarse y pedir el inevitable café, hablaron largo rato sobre la música. Él tocaba la guitarra eléctrica y ella el piano. De inmediato surgió la idea de crear una melodía juntos. A medida que avanzaba la charla fueron descubriendo fascinantes gustos y características comunes, al tiempo que también iban notando profundas pero salvables diferencias.
El reloj corría por momentos y se detenía otros, hasta que finalmente se hizo notar, oscureciendo el cielo y recordándole a ella que ya era momento de regresar a su casa. Cuando se lo dijo, él acepto y se ofreció a acompañarla, o, como dijo él “escoltarla a su hogar dulce hogar” .


Ella lo pensó un momento, escuchando primero su memoria (“No le digas a nadie desconocido tu dirección que es muy peligroso”), y luego su corazón (“Creo que encontramos a nuestra alma gemela”). Y aceptó que él la acompañara.
Durante el trayecto de regreso siguieron descubriéndose mutuamente y cada vez se sentían más felices y afortunados. Al llegar a casa de ella, él le dio un fuerte abrazo y susurró dulcemente:
-Hasta pronto.
Luego sonrió por última vez y se marchó. Sus pasos resonaron en los oídos de ella… pero sólo en los de ella.
…porque ninguno de los transeúntes que pasaban oían esos pasos, ni parecían notar la presencia de él, de hecho ni si quiera lo notó una señora que le pasó tan cerca que era inevitable que lo rozara en el brazo. Pero no, tampoco la mujer dio muestras de verlo.
Mientras tanto, ella seguía en la puerta de su casa mirando sonriente hacia el lugar por dónde él se marchaba. Los caminantes no entendían porqué ella sonreía.
Ella sonríe… porque ha tenido una cita nunca fijada, en un bar que nunca fue edificado, en un día que aún no ha llegado y con una persona que no existió.
Sonríe de falsa felicidad.
En ese momento dos enfermeros salen, la atrapan y vuelven a encerrarla en su “casa”… el hospital psiquiátrico.

FIN


Bookmark and Share

Comentarios

Akua ha dicho que…
Jope qué final!

Hay amores que enloquecen. Un besazoo.
Carolina Paola ha dicho que…
Hermoso este relato amiga, como todos los que haces. Ya lo había leído y me encanto volver a hacerlo!
Nos vevmos en estos días para unos mates :)
Besotes!!!!
Muy buen final. Creo que fue la venganza que me merecía luego de publicar mi ultimo cuento en donde el personaje se pregunta si realmente le paso lo que paso y que termina con la frase "tal ves... quizás"
Como sea... da gusto leer tus relatos.
LAO ha dicho que…
Muy bueno tu relato.Buena mezcla de fantasía y realidad. Y, como debe ser, un desenlace sorpresa. Un buen cuento. Un saludo!
Caro Pé ha dicho que…
Ficción y realidad mezclados como dice Lao.
Cuánta ilusión puede crear a veces algo virtual. Y a la vez, porque desmerecerlo no?

Saludos!un gusto pasar por acá
Vaeneria ha dicho que…
Gracias a todos por sus comentarios! :) Me alegra que les gustara el relato.
Es un gran apoyo saber que están siempre ahí. Gracias!
Saludos :)

Entradas populares de este blog

Cuerpo blanco, sangre azul.

Miedo

Profesionales de la incultura