La palomita

Foto de mi autoría


La torcaza era testigo de la rutina diaria  de la mujer. Todos los días volaba hasta el limonero y veía a través de la ventana.
La mujer aparecía en la sala-comedor y encendía el televisor para ver su programa de aeróbicos, los cuales realizaba al mismo tiempo que la entrenadora. Luego de una hora de gimnasia ininterrumpida, se dirigía hacia el baño. En ese ínterin la torcaza volaba dos jardines a la izquierda y se comía las semillas de sésamo que el niño tiraba por la ventana cuando su madre no lo veía, pues no le gustaban las galletas ligth, prefería un paquete de obleas de chocolate. La palomita regresaba al limonero y volvía a mirar por la ventana. La mujer preparaba su café al mismo tiempo que hablaba por teléfono. Cuando ella se sentaba a la mesa, la torcacita volaba un jardín a la derecha y bebía agua de la fuente que allí había. Cuando regresaba siempre encontraba a la mujer lavando su taza y yendo raudamente a lavarse los dientes. La palomita bostezaba y esponjaba las plumas, mientras la mujer tomaba su bolso y salía de la casa. La torcaza pasaba el resto de la mañana visitando jardines, arrullando a sus amigos todas las novedades, tanto humanas como referentes a la variedad de semillas encontradas hasta el momento. Al mediodía regresaba a la cuadra donde vivía la mujer   y comía todas las migas de todas las casas. Luego se posaba en el limonero, esponjaba las plumas y dormía la siesta. Por las tardes visitaba las plazas donde sabía que la esperaban niños con bolsitas de semillas o migas de pan. Al anochecer dormía en su nidito, en las ramas más frondosas del limonero.
Así se sucedían los días para ambas vecinas, entre ajetreos veloces y vuelo por los jardines.


Hasta que una mañana la torcaza no vio a la mujer en el horario del programa de gimnasia. Con gran curiosidad voló hasta el ficus que daba a la ventana de la mujer y se posó cuidadosamente. La vio a través del vidrio y las cortinas. Estaba aún en la cama, hablando por teléfono. Por lo que pudo escuchar (pues su mamá le había enseñado a entender el lenguaje humano), la palomita supo que la mujer estaba enferma, aparentemente un cuadro de ese-tress, o al menos así sonaba la palabra, y que debía tomarse varios días de descanso. Entonces decidió ayudarla.
Ése primer día la torcacita se lo pasó yendo y viniendo con movimientos aparatosos, hasta que por fin la mujer la vió y sonrió sorprendida.
Durante los días siguientes, la palomita siguió apareciendo en la ventana de la habitación de la mujer, siempre a la hora del desayuno, con lo cual logró, al tercer día que ella se levantara y abriera la ventana, y al cuarto, que le dejara todas las miguitas en el marco de la ventana.
Finalmente, luego de una semana realmente diferente para ambas, la mujer volvió a hablar por teléfono para avisar que iría al trabajo al día siguiente.
Apenas despuntó el alba, la palomita despertó, bostezó, acomodó y abrillantó sus plumas y voló a instalarse en el limonero de siempre.
Lo primero que le pareció extraño fue ver a la mujer aún en pijama, y más aún se sorprendió al observar que encendía el televisor, pero en lugar del programa de gimnasia elegía uno de yoga. Luego de media hora, con el programa finalizado y un estado de paz tremendo, la mujer cambió de canal para escuchar música romántica mientras desayunaba, tarea que hizo lentamente, alternando tostadas con mermelada y estribillos de canciones entonados en voz alta y plena. La palomita seguía observando, sin darse cuenta de que había comenzado a arrullar y moverse al son de la música.
Desde ese día la rutina se transformó. La mujer ya no desayunaba de forma insípida, apresurado, con  nerviosismo y ejercicios ininterrumpidos, sino que era una tomaba un buen café con leche y tostadas, acompañado de música suave. Por su parte, la torcacita aparecía todos los días para comer las miguitas que la mujer le dejaba en un platito bajo el limonero, junto a una tacita de agua.
La palomita y la mujer habían formado un lazo de amistad y entendimiento, aún sin hablar el mismo lenguaje.
Ahora los días transcurren entre miguitas y canciones románticas.

FIN





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Comentarios

Akua ha dicho que…
Las rutinas van cambiando con el tiempo, pero la amistad verdadera perdura por la eternidad.

Besos.
Vaeneria ha dicho que…
Gracias, Akua, estoy totalmente de acuerdo con vos, la amistad verdadera es eterna. Gracias por leerme.
Saludos :)
Anónimo ha dicho que…
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