Identidades



El café exhalaba vapores perezosamente, formando figuras difusas.
Había pasado sólo una semana cuando volví a encontrarme con Valinor. Ocurrió esta tarde. En pleno centro. en una calle atestada de personas apuradas, el destino volvió a cruzar nuestros caminos y nuestras miradas, que adquirieron un brillo intenso al reconocernos.
Nuevamente fuimos a tomar un café. Luego de un corta charla intrascendente, le dije:
-El otro día me quedó algo para preguntarte, pero no me animo, tal vez te ofendas.
-Vamos, Vaeneria. No creo que sea tan grave. Adelante.
-Gracias. Bueno, ¿Valinor es tu nombre real o un seudónimo?
Él se quedó un tanto desconcertado y yo estaba segura de haber metido la pata. Sin duda debió notarlo, porque sonrió para tranquilizarme.


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-No te preocupes, no me ofendiste. Me resultó extraña tu pregunta, nada más. La respuesta es… ambos. Es tanto mi nombre real como mi seudónimo. Me explico. El nombre que figura en mi documento es Juan Roble, pero no es realmente el que me define como persona, el que muestra quien soy yo. Veamos, yo soy un tanto diferente a los demás. A mí siempre me ha gustado expresar lo que pienso y eso no es muy bien recibido cuando uno trabaja de periodista en un diario, aunque sea uno de barrio. El sueldo no es un lujo, pero me permite pagar mi apartamento. De todos modos, no es el dinero lo que me impulsa a escribir en ese diario, sino que me piden que escriba una columna de opinión sobre diversos temas, la mayoría, de actualidad. Todo fue muy bien al principio, porque mis escritos eran más o menos una copia de la opinión de las personas. Pero luego, cuando noté lo que hacía, decidí comenzar a rever mi trabajo y publicar mis verdaderas opiniones. Sin embargo, al poco tiempo comencé a tener algunas quejas de los editores: decían que los auspiciantes se sentían molestos con mi reflexiones sobre escritores que no pueden publicar, porque no son famosos y nadie los respalda. Durante un tiempo bajé el tono de mis escritos, pero finalmente no pude soportarlo y volví a mis reflexiones descarnadas. Para evitar cualquier represalia, decidí adoptar un seudónimo para expresarme sin que mis opiniones fueran juzgadas por quienes me conocía anteriormente. Pensé mucho en mi seudónimo, hasta que pensé que mis reflexiones eran verdades inalterables para mí, eran mi oportunidad de mostrarle al mundo otras ideas, otros mundos, otras formas de libertad. Y como la libertad debe ser inmortal, quería un nombre que incluyera ese concepto de libertad y permanencia. Aún buscaba un buen seudónimo cuando me topé con los libros de Tolkien. Ahí vi que él había imaginado una tierra inmortal, una tierra de esperanza y libertad eternas. Un tierra llamada Valinor. En ese momento supe que había encontrado mi seudónimo. Pronto Valinor comenzó a tener en su voz mis palabras, a su vez que expresaba mis verdades, las cuales eran puramente mías pero quería compartirlas. Hasta que llegó un momento en que me di cuenta que siendo sólo Valinor era realmente libre, siendo Valinor era yo mismo. Así poco a poco fui olvidando mi nombre de origen para quedarme con mi nombre real, el que muestra quien soy sin temor. Ahora soy simple y puramente Valinor, pero soy más auténtico que muchos, de eso estoy seguro.
Durante unos momentos nadie dijo nada. Él sonrió.
-Caramba, creo que te ahogué con mi charla. Mejor dicho mi extenso monólogo. Debes estar aturdida o confundida.
-No-dije yo-, nada de eso. Te comprendí perfectamente. Es casi lo mismo que me paso a mí. Una mañana desperté sin recordar nada de mi vida antes de ese día. Lo único que tenía era una palabra, un nombre que jamás escuché antes o después de ése día. La palabra, el nombre, mi nombre desde ese momento era Vaeneria. Y también siento que soy realmente auténtica y libre. Tal vez sea por eso que muchas personas prefieren vivir su libertad desde su seudónimo, desde un nombre que no es el de su documento pero las vuelva más reales de lo que nunca soñaron ser. Nunca consideré el anonimato o el uso de seudónimos como una cobardía, sino como un modo de revelarse tal cual uno es, porque ese seudónimo se vuelve nuestro nombre real, nuestro verdadero nombre. No es un apodo simplemente, es una liberación, una revelación, una identidad.
Ambos nos miramos un momento y luego sonreímos. Ninguno necesitaba decir nada, nos entendíamos perfectamente. Y éramos libres.
Nuestro café se enfrió, pero nadie lo notó. Luego cada uno recordó que tenía cosas que hacer. Salimos de la cafetería y nos despedimos.
Ninguno acordó volver a encontrarnos. Como alguien me dijo hace poco: “Si el destino quiere, te volverás a encontrar”.

FIN






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Comentarios

Anilorak ha dicho que…
Un nombre puede decir mucho, pero tal ves el nombre que elegimos nosotros y no el que nos fue otorgado refleja mejor quienes somos.
Muchas gracias por el premio!!!! BEISTOS!!!!!
Vaeneria ha dicho que…
Totalmente de acuerdo. Uno no es lo que los otros quieren, sino que se es lo que se siente. Se agradece haber recibido un nombre pero si no nos permite sentirnos reflejados y auténticos, a veces debemos renombranos para poder sentirnos libres. Besos :)

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